Veamos por donde empezar para variar. Hace no mas de medio año sufrí, o digamos que me ha tocado vivir una perdida que se venia abriendo paso hacia casi un año de manera silenciosa, oscura y mortífera.
Cáncer.
No se sabe mucho del tema o al menos quien no lidia con ello no tiene la más mínima idea. Yo tampoco la tenía y todavía hoy me deja mal parada y desorientada.
Maria del Rosario Lombardero, madre de tres, abuela de nueve nietos y bisabuela de uno y uno mas por venir, pelo esponjoso entre grisáceo y blanco, exquisitas manos para la cocina , y delicado trato para con las personas. Su historia fuerte, su paso por el mundo imborrable. Hablo de mi abuela, esta hermosa mujer de la cual guardo recuerdos en la cocina, en la mesa tomando mate, viajando a su casa en la costa, pintando, confeccionando ropa, y su aroma el de su casa; una mezcla a cigarrillo y caramelos.
Esta es la primera vez y espero sea la ultima vez en la cual hablo del tema a modo de sanacion interior, ya que no logro recomponerme.
La relación con ella jamás había sido de lo mas agradable, de hecho de todos mis abuelos era con quien menos me daba, no era la típica relacion abuela/nieta; no era aquella que consentía, malcriaba, apañaba y cuidaba. Quien sabe por la educación y valores que mis padres inculcaron en mí, siempre había tenido una relación sumamente adulta con ella, y a decir verdad no me llevo muchos recuerdos más que estas imágenes de las cuales hable anteriormente muy por encima.
Su comida, sus asados, su esposo (el cuidado que le daba, mi abuelo), su casa fría y ella ahí en invierno. Sus manos, lastimadas, y percudidas por el paso del tiempo y de las infinitas horas de lavado a mano en los días más fríos. Sus jeans cómodos y sus siempre remeras básicas de colores pastel.
No tengo idea de cómo abarcar el tema y casi ya con lágrimas en los ojos me arriesgo a empezar este recorrido que nose que tan bien me haga a fin de cuentas.
Si mi memoria no falla un día de verano llegaba a mi casa y escucha a mis padres conversar de la situación, mi abuela hacia ya unos días con un espantoso estado gripal, tos que haría estremecer a cualquiera, nada fuera de lo normal después de cincuenta años de cigarrillos pero aun así tenebroso y escalofriante. Llevaba así ya unos días. De un momento para el otro sin aun saber discernir los síntomas empezaban a agravarse, ella no sentía ni podía salir de la cama, su cuerpo ni su alma lo permitían, se habían robado todas sus energías como si estuviera poseída por algún tipo de espíritu demoníaco decidido a acabar con su vida.
Con el paso de los días la situación no era mas alentadora y eventualmente ella perdía cada día un poquito más de si misma. Siempre mantuve la siguiente postura: jamás ver a nadie que estuviese enfermo, todo por el bendito miedo a que algo malo suceda que la muerte estuviese cerca y que ese o esos recuerdos que pudiera formar en mi cabeza de estas visitas luego se volvieran imborrables. Siempre trato de llevarme lo mejor. Solo que esta vez no fue así.
Casi de manera inexplicable, con el pasar de los días ella dejaba de ser todo lo que era, su forma de hablar, no podía siquiera caminar, su miraba estaba perdida no recordaba a ninguno de nosotros, parecía otra persona completamente alienada.
Mi padre quien era o aun es muy apegado a su madre había tomado la determinación de traerla a casa para que estuviese mejor y acompañada durante el día y también para alivianar la carga de mis tíos que también cuidaban de ella en estos no mas de treinta días, en los cuales se practicaron infinidad de estudios invasivos que no llevarían a nada. Nadie sentía que las cosas volvieran a estar bien.
Imagínense lo que para mi en aquel momento significaba tener a mi abuela tan cerca, en mi casa, en aquellas condiciones y con mi postura tomada desde hacia años ya. Fue por eso y fue ese día que todo se dio, discutí con mi padre, le pedí que entendendiera mi sufrimiento y mi debilidad en aquel momento, que “respetara a su familia”, que el era hijo pero que ahora su vida también estaba con nosotros.
Yo estupida, ella su madre, y mi egoísmo atroz. Lo que pedía en aquel momento hoy llega a darme vergüenza y me arrepiento tanto de haberle hecho pasar por aquel momento. Fue así que en aquella discusión tome mis cosas y a mi hijo y me fui lejos de casa a despejarme a jugar un rato con el, que también tenia que estar respirando estos aires de dolor y miedo.
Si mal no recuerdo volvíamos a casa nuevamente a no más de las nueve de la noche, y cuando venia caminando encuentro a mi madre en la puerta de otra casa, la veo llorando. En el transcurso del tiempo por el cual yo me había ido Sara (así le llamábamos) tenia que presentarse para realizarse una tomografía sino me confundo cerebral, ya sin ser ella, sin poder caminar ni comer ni prácticamente ser reconocida por nadie después de la semejante perdida de peso.
Ese día el temor de todos nosotros se había apoderado de la realidad para llevarnos a un completo infierno.
Cuando veo a mi madre, le pregunto que había pasado, por que estaba así, benjamín en mis brazos estaba prácticamente dormido, y ella me responde que le habían encontrado un tumor en la parte de atrás de la nuca, justo sobre el cuello. El tiempo se detuvo.
Juro que recuerdo cada instante de este momento como si fuera hoy, pero créanme que las palabras son difíciles de sacar, siento tener que meter mi mano fría en lo más profundo, revolverme internamente antes de typear cada palabra aquí presente.
Camine desesperada a mi casa con Benjamín en brazos dormido, estaba a una cuadra y media y en aquel recorrido miles de cosas pasaron por mi cabeza, sabia que al llegar el mundo caería frente a mis pies.
Abrí la puerta de casa, deje a benjamín sobre un sofá y subí a la habitación de mi hermano donde en aquel momento dormía mi abuela en su paso por nuestra casa.
La mire, algunos familiares estaban alrededor, le agarre la mano y empecé a llorar, desconsolada, asustada y paralizada. No recuerdo quien me agarro y me saco diciéndome que no hiciera eso que ella podría sentirlo y que todo tenia que estar bien, pero nadie me engañaba en ese momento sentía que la perdía, otra vez, sentí que perdía.
Lo sucedido en los siguientes tres días llega a mi muy vagamente, consultas con diferentes especialistas, mi abuela ida sin la menor de idea de lo que ocurría, y yo tampoco.
Había que tomar una decisión la única manera de lograr que ella estuviese “mejor” únicamente se alcanzaba de manera quirúrgica, las probabilidades según los médicos eran buenas pero aun así nadie se atrevía a decir con certeza que así seria. Mi padre, dios, jamás lo había visto en tal estado, como explicar…su mirada, emanaba pavor, miedo y responsabilidad.
Se realizaría la operación en un día aproximadamente. Carácter: Urgente.
Ha pasado más de una semana desde que abandone mi redacción, y recién hoy decido seguir, acabo de releer esta última parte y recuerdo bien que sucedió luego.
Operarían a mi abuela, mi padre me hablaba de mejorar su calidad de vida y que de no realizarse la operación, este tumor terminaría acabando con su vida, era el único camino a seguir, pero claro, el tema era el siguiente: se podría dejar pasar el tiempo hasta que sucediera lo inevitable con este mal creciendo en ella o se podía tomar la horrenda decisión de poner su vida en juego a fin de mejorar su “calidad de vida” mediante un proceso invasivo e incierto dada su edad.
Recuerdo en estos días haber estado bloqueada para con el mundo, simplemente no respondía frente a nada, me sentía muy sola, ya que nadie sabia del todo bien esta historia, prefería callar. Había días en los que no podía tolerar todo este malestar, me desbordaba en llanto, tenia tanto miedo, mi relación con mi abuela había crecido de manera considerable aunque suene sumamente enfermo durante este tiempo en el que ella no se reconocía y yo tampoco a ella, tuvimos creo, todavía hoy, cierta conexión a un nivel consiente/inconsciente, como si muy en el fondo ella racionalmente entendiera todo lo que le decía.
El día de la operación, no recuerdo nada. Absolutamente nada.
Si recuerdo el día sábado luego de la operación, a la noche Salí para despejarme, fui a lo de Leandro un amigo que vive en caballito a ver películas si mal no recuerdo, pase la noche allí. A la mañana siguiente despertamos no mas tarde de las 10 a.m. Tome un te, y me fui caminando a tomar el subte que me llevaría hasta diagonal norte y de allí haría combinación hasta Constitución donde me tomaría un taxi hasta el Hospital Británico donde vería a mi abuela por primera vez luego de la operación.
Me anuncie en la recepción, pregunte por su cuarto, me indicaron como llegar. Camine los pasillos, tome el ascensor miraba las puertas, cada tanto alguien se veía a través de ellas, imágenes muy poco alentadoras por cierto. Odio los hospitales. Encontré el cuarto, no sabia que esperar dude en golpear, dude en entrar, golpee la puerta y abrí sigilosamente y allí estaba ella recostada en la cama sonriendo, su pelo estaba mas corto y en toda su cabeza tenia vendajes blancos, de alguna forma estaba de vuelta, esa mirada esa voz. Me apoye sobre el costado de su cama y otra vez miles de lagrimas pasaron por mis ojos y mis mejillas, no podía creer lo que veía, sentía que la había perdido hacia muchos días ya, pero estaba de nuevo ;es difícil tener un duelo en vida, para que después todo cambie y vuelva a ser aparentemente como solía ser.
El tiempo determinaría.
Nuevamente alguien tuvo que sacarme de la habitación para controlarme.
Luego de finalmente verla, los días siguientes pasaba día por medio luego del trabajo sino era todos los días a visitarla, le llevaba , lo que en aquel momento era, su postre preferido para que comiera, después de tanto tiempo sin comer y haber bajado 15 kilos comer cualquier cosa se le hacia difícil. Ella prefería postrecitos de chocolate, tenían más sabor.
Todos dábamos por acabada esta etapa, de aquel momento en adelante todo seria diferente e iría mejorando con el tiempo. Los médicos estaban asombrados con la evolución de mi abuela y nosotros tampoco podíamos salir de nuestro asombro. A modo de estar seguros y evitar cualquier tiempo de reaparición del tumor decidieron realizar rayos solo unas sesiones.
Paso el tiempo, mi abuela volvía a comer, charlaba pero aun así estaba débil, nada que no fuera entendible luego de semejante intervención. Hasta llegue a cocinarle huevos fritos (una de mis pocas habilidades en la cocina), comía sin culpa, no como antes que todo era medido, controlado, por la presión, por el estomago y por vaya a saber uno cuantas cosas mas, esta vez estaba disfrutando, tomábamos café luego de las comidas los fines de semana y mi madre compraba una deliciosas galletitas de coco, de esas amarillitas con la punta quemada, le gustaba que fueran tan húmedas y frescas.
Todo marchaba en orden, festejamos cumpleaños. Las cosas habían vuelto a la normalidad, hablábamos casi siempre de todo de otra manera con otros ojos, le decía: te amo. Le mostraba la ropa que me compraba y nos reíamos juntas, trataba de explicarme lo difícil que era para alguien como ella depender de todo el mundo, para comer, levantarse, cocinar. Explicaba como siempre se había mantenido ocupada en su vida, como jamás había parado de hacer nada, como le gustaba ser así. No era fácil hacerle entender que era lógico, necesario y que ella de alguna manera tenia que respetar su cuerpo que estaba cansado después de haber dado tanta batalla por seguir adelante. Todo se resumía a: ya va a pasar, dale tiempo.
Bendito tiempo. Desconsiderado y descarado tiempo.
Claro el tiempo paso, pero no todo salía como lo habíamos pensado, no se sentía bien, había algo mas dando vueltas se percibía en el aire, nuevamente en poco tiempo todo se había destrozado. Empezaron siendo algunos dolores de estomago, se regulo su dieta, se modifico absolutamente todo, jamás llegue a escucharlos pero los gritos por las noches eran lo mas devastador para todos, no existía consuelo aparente. De hecho, realmente no lo había.
Dada la situación se había determinado ingresar a mi abuela nuevamente al hospital donde se le había realizado la operación para realizar diferentes estudios y así saber que era lo que estaba ocurriendo.
Fueron los tres días más rápidos y horrendos que jamás me haya tocado vivir, entro siendo una persona y a las 48 hs no era la misma otra vez, aquel veneno corría por todo su cuerpo nuevamente, desgastándola y aterrándola.
Ganaba terreno se hacia lugar al mundo nuevamente. Más rápido y hambriento.
No se tardo mucho, se había esparcido por su hígado, lo había devorado, metástasis por otro lado, me explicaron como si fuera una niña de 3 años: una vez que se lo remueve se ramifica por otros lugares. Como cuando uno poda un árbol, se extraen sus ramas y este vuelve a crecer por diferentes lugares al de su herida. Esto es lo que había hecho. No había decisiones que tomar, simplemente no existían opciones, su cuerpo estaba ya muy deteriorado y cansado para someterse a procedimientos quirúrgicos y aunque así lo hiciera no valía la pena torturarla con mas. Llegaría inevitablemente.
Las quejas y gritos ya no ocurrían únicamente por las noches, era todo el día se sentía incomoda, como si quisiera salir de si misma. Fueron nada más 3 días. No sabía como estar en la cama de donde sostenerse, como si su cuerpo estuviera a disgusto con lo que acontecía. La visitaba cuando podía, la ayudaba como podía, me mantenía de pie como podía, hasta que no pude más. Un día jueves Salí, estaba hecha pedazos pero me convencieron de que era mejor que despejara mi cabeza nuevamente. No funciono a las 5 a.m. Salí del lugar, mas angustiada que nunca, y pedía a Nicolás (uno de mis ex novios) que me acompañase al Hospital a verla, sentía que debía hacerlo. Discutimos. Agarre un taxi y me fui. Baje del auto y camine apurada hasta su habitación, llegue y todo yacía en abismal quietud estaba durmiendo, finalmente lo estaba haciendo, respiraba con dificultad.
Acaricié su mano por un rato y me fui a casa.
Así pasaron los días, así Benjamín vio por última vez en aquella habitación de hospital a su bisabuela.
Así se decidió que lo mejor era devolverla a su casa como ella tanto añoraba después de casi un año de estar en casa y lo de mis tíos.
Aquel día en el hospital cuando llevamos a Benjamín fue el último día que la vi y ahora voy a contar por que.
Durante una de estas visitas de los 3 últimos días de internación en un momento mi padre había dejado la habitación y yo me había quedado sola con ella, las dos. Me pedía insistentemente que la cambiase de poscision que no estaba cómoda, se quejaba pero no describía por que, ni donde. Cuando me siento a su lado y tomo su mano, ella me agarra fuerte y me dice: No quiero vivir mas así, no quiero vivir más.
En aquel momento no dije nada, a nadie. Solo le pedí a ella en voz baja que no dijera eso, que la necesitaba que no me dejara, que no dijera eso que por favor no lo hiciera.
Fue algo que calle por un tiempo considerable, no se por que aun.
Una mañana raramente me desperté temprano, baje y mi padre había comprado facturas, había salido durante la mañana a cortarse el pelo, se sentó en un café solo y había regresado a casa, iría luego a casa de mi abuela, mi madre ya estaba allí.
Yo, me quedaría en casa con mi hermano. Al poco tiempo de irse de casa suena el teléfono, que nadie me pregunte como, pero uno espera estas llamadas con tanto miedo durante tanto tiempo, que cuando llegan uno simplemente sabe que son.
Mi madre llorando. Mi abuela había fallecido durante la mañana, hacia unos minutos nada más. Desesperada, deje a mi hermano en la casa de unos amigos y me fui en taxi nuevamente a su casa, pedí que fuera lo mas rápido posible. Llegue, alguien me abrió la puerta, no había si buscar a mi padre o verla a ella.
Las caras que vi. Pero no mire…camine directamente a su cuarto y para que contarles mas, basta con decir que me desmorone, que no supe que hacer, que no podía soltarla, que no podía dejar de hablarle, que no quería que pasara todo esto. Que tenia miedo por mi padre, que no me sentía fuerte, que me daba pánico pensar que esta instancia llega en la vida de cualquier persona y que me asustaba la simple idea de dejar de existir, de comprender el ciclo de la vida y dejar atrás para luego seguir adelante. Me habia asustado vivir tan de cerca una enfermedad una muerte, el dolor.
Mi cara estaba empapada en llanto y mis piernas flojas al punto de no poder caminar.